La selección de Brasil quedó eliminada de la Copa del Mundo, al perder por 2-1 ante su par de Holanda. Ahora, la naranja, enfrentará a Uruguay en una semifinal.
Parece una de esas películas que comienzan con toda la emoción, con todo el dinamismo y después, al pasar los minutos se vuelve densa, aburrida. Parece de esos días que uno va a la playa, llega y tiene el sol radiante y una temperatura perfecta, pero que después empieza a levantarse viento, se empieza a nublar y arruina lo que podría ser un día perfecto.
Porque esto le pasó a Brasil. Una selección que tenía ese día perfecto en la playa, pero que poco a poco se les fue nublando hasta terminar en un diluvio. Porque el final fue así, una lluvia interminable. No por el 2-1 final, sino por cómo terminó el encuentro. Siempre se puede ganar o perder en el fútbol. Pero hay formas de hacerlo. Esta selección comandada por Dunga lo hizo de la peor manera. Quizá porque el mismo técnico siempre fue un jugador de protesta, de lucha, de entrega y de siempre ir fuerte y desde el banco de suplentes les impregnó esa metodología.
También les implantó el miedo. Porque el segundo tiempo brasilero fue una película de terror o suspenso para sus hinchas y jugadores. Porque nunca se vio a un Kaká tan molesto, tan quejoso. Quizá porque veía que se les escapaba esa diferencia que tan bien habían conseguido. Una ventaja que pudo ser mayor pero que terminó siendo solo 1-0.
En el primer tiempo, Brasil fue el amo y señor de la pelota y también de las chances. Holanda, en cambio, no tuvo una sola oportunidad. En esa primera parte, los verdeamarelos, supieron cómo jugar. Les quitaron el balón a los holandeses y poco a poco los fueron arrinconando contra su arco. En la primera mitad todo parecía perfecto. Era la mejor película de todas, la más taquillera. La que daba gusto ir a ver. La orquesta seguía tocando. Toques cortos, al pie, rápidos, piques. Todo hacía prever que Brasil se haría un festín y que podría llegar a la semifinal caminando.
En la segunda parte todo cambió. Quizá por esa tranquilidad que poseían los brasileros. Quizá porque la arenga del entrenador holandés despertó a sus dirigidos. La actitud fue otra. Holanda, fiel a su estilo, se fue aproximando poco a poco. Con el esférico al piso y con dos jugadores que fueron claves. Robben y Sneijder fueron los artífices de la remontada naranja.
La orquesta ahora cambió de director. No era más Kaká o Robinho. Ahora eran el jugador del Bayern Munich y el del Inter. Uno volvía de una lesión, no se notó. El otro en el primer tiempo fue intrascendente. Ambos se pusieron el equipo al hombro y arengaron a sus compañeros para que no se intimiden.
El empate no tardó en llegar. Quizá no de la manera en la que juega el conjunto holandés. Una mala salida de, para muchos el mejor arquero del mundo, Julio Cesar hizo que el centro de Sneijder abrazara la red. Eso sí, el gol lo convirtió Felipe Melo en contra. Toda la serenidad, toda la estructura que mostró Brasil en las eliminatorias y en este mundial se fueron al tacho, cual una mala nota escrita en la máquina de escribir.
Holanda mantuvo su serenidad y aprovechó el nerviosismo del rival. Por eso la victoria se veía venir. No llegó desde los pies de sus jugadores, sino desde la cabeza del más petizo. Wesley Sneijder, cabeceó solo, luego que Dirk Kuyt peinó el córner efectuado por Robben.
A partir de ahí, los brasileros con más ímpetu y pierna fuerte que otra cosa fueron en busca de un empate que parecía utópico. Porque no tuvo ideas para poder generar juego en conjunto. Solo tenía arrestos individuales. Por eso las tribunas vestidas de naranja comenzaban a festejar una victoria y una llegada a las semifinales
Holanda tuvo su revancha. Después de ser eliminado dos veces seguidas por Brasil (Mundial 94 y 98) en la misma instancia, ahora los dirigidos por Van Marwijk pasaron a las estar entre los cuatro mejores. Lugar al que no llegaban desde el Mundial de Argentina en 1978.
En Ámsterdam las calles están de fiesta. La Naranja Mecánica esta a un partido de disputar su tercera final y por fin quitarse esa espina de no poder conseguir un título. Si juega como lo hizo en el segundo tiempo tiene grandes chances de coronarse campeón. Juego y jugadores tienen, solo falta ese temperamento de ganador. Hoy demostraron que lo tienen.
En Brasil, en cambio, todo es tristeza. Muchos esperaban que pueda conseguir el sexto título en la antesala de “su” Mundial. Ahora deben esperar cuatro años para, como locales, conseguir el hexacampeonato. Las victorias de las Eliminatorias Sudamericanas y la Copa Confederación quedaron atrás.
La película que comenzó siendo cómica, terminó siendo de terror. Un terror que quedará en la retina de los jugadores y los hinchas.
ALEGRIA TEM FIN
Este es un blog en donde se hablará de todos los deportes. No me enfocaré solamente en el fútbol. Espero que lo disfruten.
viernes, 2 de julio de 2010
Alegría tem fin
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